Cartonear en tiempos de ajuste: la resistencia silenciosa en Gualeguaychú

1- Cartoneros

Antes un bulto de cartón equivalía a diez mil pesos; hoy, un bulto de cartón son dos mil pesos

Mientras el precio del cartón cae más del 50 %, cientos de recicladores urbanos sostienen con esfuerzo sus hogares. Recorridas nocturnas, proyectos cooperativos y la falta de políticas de inclusión laboral marcan el pulso de una economía invisible pero vital.

Luciano: cartonear para vivir

Despedido sin causa y con una lesión incapacitante, Luciano Bogado recorre cada noche las calles de Gualeguaychú. “Me dijeron que no podía levantar más de dos kilos, pero igual salí. Con el cartón y otro trabajo, aseguramos la olla en casa”.

Su rutina comienza a las seis de la tarde y se extiende hasta las nueve de la noche, pasando por Del Valle, Rocamora, San Martín y El Ángel. “Muchos negocios me esperan con cartón, otros lo dejan afuera aunque estén cerrados. A veces saco 20 mil pesos por día, más alguna propina o comida”, explicó.

Luciano destacó que hay más carreros que antes, aunque no todos por necesidad familiar. “Algunos cirujean para sostener el consumo. No piensan en fideos, piensan en droga”, reflexionó. Su proyecto personal: terminar el ranchito donde vive con su familia y dedicarse desde casa a comprar metales como cobre y bronce.

La voz de los acopiadores: menos cartón, más incertidumbre

Desde Reciclados Elpidio, centro de acopio ubicado en Boulevard Pedro Jurado, Ulises analiza el impacto de la crisis. “Antes venían 80 o 90 carreros por día, ahora apenas 40”, indicó. Muchos cambiaron de rubro y se dedican a la leña porque “ya no es redituable juntar cartón”.

“El bulto antes valía diez mil pesos; hoy, dos mil. Las fábricas compran afuera y eso baja la demanda acá. El cartón puesto en fábrica valía 320 pesos, ahora 140”, detalló. La ecuación es directa: menos precio implica menos comida. “Mientras cae el cartón, sube la carne, la leche y lo básico”, lamentó.

Ulises calcula que el 30 % de los carreros vive exclusivamente de esta actividad, enviando a sus hijos a la escuela y cubriendo sus necesidades básicas. El resto combina con trabajos informales o rurales.

Norma y el sueño del galpón propio

En el barrio El Espinillo, Norma Pérez imagina la reactivación de “El Esfuerzo del Espinillo”, una cooperativa cartonera en formación. “La idea es organizar un galpón, juntar cartón, pesarlo, enfardarlo y venderlo directamente, sin intermediarios. Lo más importante es que haya trabajo”, afirmó.

Norma fue cartonera y comenzó tras una enfermedad que le impidió hacer esfuerzos físicos. “Juntando cartón se podía ganar algo, sin mucha fuerza”, recordó. Durante la recolección usaba su auto, que luego se rompió. “Desde entonces no salí más”.

Hoy, además de criar a sus nietos, impulsa este proyecto colectivo. “Hay mucha más pobreza, necesidades en los barrios. Sabemos que esta propuesta funciona, pero hay que volver a ponerla en marcha. Va a costar, pero estoy segura de que vamos a poder”, concluyó esperanzada.

Exclusión estructural y economía invisible

La realidad del sector reciclador refleja el impacto del ajuste económico impulsado por el gobierno de Javier Milei. La caída del consumo interno redujo los residuos reciclables disponibles en la calle, y la ausencia de políticas laborales integradoras profundiza el abandono de quienes viven del cirujeo, la recolección de cartón, latas, PET y otros materiales.

Frente a este escenario, la organización comunitaria, la voluntad de trabajo y el impulso de proyectos cooperativos emergen como formas dignas de resistir y construir futuro en los márgenes.

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Ghara Sapana

Atención de profesionales: Psicología y psiquiatría.

Terapias complementarias: Chamanismo, Regresión a vidas pasadas, corte de lazos, limpiezas energéticas, baños sonoros, tarot terapéutico y oráculo maya, constelaciones familiares, reiki, yoga.

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